Grace Luckman

Su nombre le hacía justicia, si a Grace nos referimos. El color cobrizo de sus cabellos encendía con tan sólo una chispa cualquier movimiento en la vida de Douglas. Sus ojos, azules, penetrantes, cristalinos, como dos deseadas piedras preciosas, aceleraban su pulso, dejándolo sin palabras, incapaz de realizar apenas el leve movimiento que suponía susurrarle algo al oído. Y su sonrisa, esa sonrisa jovial, llena de vida, que le hacía sonrojarse como un adolescente, haciéndole olvidar que los años en él deberían de pesar, provocando en su interior el incontrolable deseo de tenerla entre sus brazos.

Como aquel mismo día, el día en el que su tez pálida brilló entre las decenas de micrófonos que le acosaban en busca de una respuesta a la típica pregunta que se repetía caso tras caso. Pero ella no era como los demás, ella era educada, aguardaba paciente su turno porque de algún modo sabía que él le daría la oportunidad de preguntar cuanto quisiera. Y entonces una voz melódica, casi celestial, le pidió un favor. Ya fuera del ambiente mediático, de toda esa competición, esa carrera por conseguir la mejor carroña de la que sacar un artículo decente, él la invitó a un café.

"No, no tomo cafeína, gracias. Pero a un té no le diría que no".

Y sentados al final del local, vigilando inconscientemente como el resto de clientes tomaban sus bebidas, hablaban y reían, algunos que incluso sólo se miraban, comenzó la investigación de lo que sería el mismo reportaje que la llevó a tan trágico desenlace, volviendo irónico su apellido. Ocho eran ya los años desde que la imagen de su sonrisa al otro lado de la cama había sido sustituida por la soledad y desazón de saber que nunca la volverá a ver. Al igual que el rojo sangre se había puesto en el lugar de su melena. De ella tan sólo le quedaba ya un último recuerdo de su cuerpo tendido sobre el suelo de su apartamento, en el que la sangre que brotaba de sus heridas se extendía como una plaga que luchaba por atraparle también a él, mientras se consume en agonizantes gritos desgarrados de dolor.

Desde entonces, sin ella, los años sí pesaban. Pesaban mucho. Y seguirían pesando mientras las preguntas siguieran sin respuesta, mientras nadie pagara por aquella tragedia, mientras su cruel asesinato no fuera vengado. ¿Su asesino? Su asesino aún sigue por ahí, quién sabe por cuánto tiempo.




1 comentario:

  1. Se ve muy interesante la novela. Me gustan las de tipo policíaca. Son bastante entretenidas y pueden haber muchos distintos desenlaces. Escribes muy bien y me gustaría seguir viendo más capítulos de esto :)

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